Mero en Galicia

Mi primer mero gallego

UN MERO EN GALICIA

Aunque no ha sido el único mero capturado en nuestra comunidad sí que es una especie poco habitual. La verdad que no se de muchos más que se hayan pescado, en submarina. Únicamente otros dos (aunque seguro que hubo más que desconozco)

Más  normales, sobre todo en pesca a fondo, son las chernas, meros de aquí de toda la vida. Pero el Epinephelus marginatus, mero amarillo o mero del mediterráneo, como lo queramos llamar, ya no lo es tanto. De hecho, en los años que llevo pescando únicamente he visto otro por aquí. Mucho más grande, pero que no me dio opción a tiro.

La historia empieza en los Baldayos. Hace años (se puede ver que aún tenía pelo). Fui de pesca con René (Nautica Outboard) a ver si caía algo. La época era septiembre. Con el alga descañotada, aguas calientes y mucha vida.

Empezamos a poca agua, alrededor de la Mayor, en busca de lubinas y sargos, las piezas más preciadas. Y si caía algún pinto bueno mucho mejor. De esta forma fuimos abriendo pecho. Ya con más apnea nos dirigimos a unos bajos que tenía controlados, que solían dar buenas piezas. Cabezos a poca agua y grandes bloques alrededor. Perfecto para algún robalo enrocado, o sargos.

Se veía pescado, buenos sargotes, que conseguíamos sorprender. Y en uno de los acechos, veo algo raro. En un fondo de 13-14m, a la caída de un gran bolo, se formaba una grieta, plana y estrecha. Y justo allí, una maragota más grande de lo que nunca había visto. Con esos colores que a veces presentan, entre pardos y amarillentos, con manchas. Aunque tenía algo que me llamaba la atención.

No me dio tiempo a nada, estaba entrando ya al agujero, de cola. Porque en ningún momento pude verle la cabeza, solo el costado y la cola, y decidí disparar. La pieza merecía la pena, aunque además le veía algo raro. No era una maragota normal.

El tiro fue desde atrás, bueno. De arriba a abajo, en diagonal. Un disparo seguro. Al momento empezó a coletear. Tenía mucha fuerza. Bajé inmediatamente a por ella, en la misma apnea, echando la mano a la varilla para impedir que se metiese dentro del agujero. Gracias a ello impedí el enroque, pues la galería que se formaba dentro era estrecha, con muchas esquinas, y podría haber perdido la varilla y la presa.

Empecé a tirar para afuera, y entonces vi que no era ella, si no el. Un mero! No me lo podía creer, un mero aquí. Con los nervios le eché la mano hacia la agalla, cosa que no se debe hacer con estos animales, y de recuerdo me llevé un pequeño cortecito. Pero no estaba dispuesto a perder esta pieza, así me costase un buen corte.

Con la propia varilla lo rematé. No me lo podía creer! Miraba para él, una y otra vez, y no salía de mi asombro. Qué demonios pintaba ese animal aquí?

Levanté la cabeza y busqué a René, no estaba demasiado lejos. Y fui hacia él para enseñárselo. La pesca ya estaba hecha, con esa captura, aunque no hubiese más, llegaba. Cuando alcancé a mi compañero tampoco daba crédito.

Volví por allí muchas veces, y nunca vi ningún otro de buen tamaño. Aunque si alevines. Estoy seguro que cerca tiene que haber más, y año tras año repito en las fechas, mirando cada vez más hondo, a ver si aparecen. Pero es un laberinto de bloques y cuevas, cayendo más allá de los 30 metros, que hace imposible pescarlo bien. Pero la esperanza siempre está ahí.

Ya en tierra fue el momento de enseñárselo a algunos amigos, que no se lo creían bien. Lo que siempre recordaré de esta captura será esa duda primera, de confundirlo con una maragota, y el olor. Un olor que no le encontré a ningún otro pez de aquí, medio dulce. Y por supuesto el sabor. Una pieza que pasó de los 5,5kg.

Así que como las meigas, habelos hailos (aunque no muchos) Desde ese día, cada maragota con esos tonos que se me pasa por delante, me suben las pulsaciones pensando en si volveré a tener la suerte de otro mero.